“Malena, no será su nombre” –se dice.
Cuando se conocieron hace diez años, él tampoco le dijo el suyo.
Después comenzó a revelarle secretos.
A confiar.
No creía que hubiera algo que ella no conociera.
De hecho, era la persona que más sabía de él.
Alberto, sin embargo, seguía ignorando.
No sabía ni lo más básico, como su verdadero nombre, su edad, si estaba casada, si tenía hijos.
Creía que tendría algún trabajo que no estaba relacionado con la prostitución, porqué limitaba sus citas a unos horarios que en su día puso como condición.
Había intentado preguntarle, sonsacarla con trampas, cambiar de fechas para escuchar sus escusas.
No caía en sus emboscadas.
Mantenía el mutismo.
Había intentado preguntarle, sonsacarla con trampas, cambiar de fechas para escuchar sus escusas.
No caía en sus emboscadas.
Mantenía el mutismo.
En un principio pensó que eso acentuaba su misterio.
Ahora estaba molesto.
Quería traspasar la barrera y resultaba imposible.
Estaba frustrado, enfadado.
Pero lo paralizaba su miedo a perderla.
Intuía que si la presionaba, desparecería.
Ahora estaba molesto.
Quería traspasar la barrera y resultaba imposible.
Estaba frustrado, enfadado.
Pero lo paralizaba su miedo a perderla.
Intuía que si la presionaba, desparecería.
-¿Acabas ya? –le pregunto más brusco de lo que pretendía, azotado por la impotencia a la que le habían conducido sus pensamientos.
-Si tienes prisa puedes marcharte –responde tranquila-. El conserje no tiene prisa, me permite quedarme el tiempo que quiera. Ventajas de ser vieja en la profesión.
-¿Es eso una ironía? –la pica buscando provocarla. Odia esa pasividad con que le trata después de la intimidad compartida. Es como una traición a lo que han compartido.
-Nunca soy irónica, quizás algo cínica, pero siempre sincera –contesta ya concentrada en él y adoptando la postura defensiva que Alberto conoce tan bien-. ¿Buscas pelea querido?
-Busco emoción, sentimiento, hasta un poco de amor. No estaría mal. Y sobre todo busco comprender, entender, saber… -Baja la mirada derrotado antes del combate.
-Buscas demasiadas cosas que no puedo darte –aclara ella suavemente-. No me gustan estas escenas. No quiero perderte como cliente. No es sólo dinero. Te tengo aprecio. Pero puse unas normas. Son las mismas para todos y evitan estas situaciones. No me saldo de ellas ni por ti ni por nadie. Soy lo que soy. Lo que ves. Me pagas y trabajo para ti. A partir de ahí. Mi vida me pertenece. Piénsalo.
-Podría ser diferente –niega él.
-Podría creer en tus promesas, abrazarme a ti y contaré mi triste historia, podría escucharte decir como me ayudarás a cambiar, como se solucionarán las cosas. Pero la realidad es que yo me iré a mi casa y seguiré con mi rutina, mis problemas y mis días. Y tú volverás a la tuya con tu mujer, tus hijos, tus nietos, tu negocio. No me interesa ninguna oferta. Imagina lo que desees. Soy Malena.
-Puedo averiguar de ti lo que quiera –sigue Alberto altivo-. Tengo dinero para ponerte un investigador privado y conocer hasta el último detalle de tu existencia. No es curiosidad. Es sólo que me gustaría que lo compartieras conmigo.
-Hazlo. Investígame –responde ella con esos pozos negros llenos de oscuridad.
Él queda parado en medio de la habitación sabiendo que ha llegado demasiado lejos. No sabe cómo arreglarlo. No sabe si quiero hacerlo. Sólo sabe que la mujer está más lejos que nunca. Y como si le leyera el pensamiento se acerca a él con sus cosas bajo el brazo. Lo besa ligeramente en los labios y sale de la habitación.
Todo sucede tan rápido que Alberto parpadea espantado. No ha sido consciente de que ella terminaba de vestirse mientras hablaban. Ha vuelto a escapar y presiente que encontrarla de nuevo será más difícil que las otras veces.
Malena tiene el don de desmontar su control. Su mundo queda hecho añicos a cada encuentro. Más para cuando lo recompone, su necesidad de ella se ha vuelto inmensurable. La necesita. Pero ella a él, no. Aunque le necesitara jamás se lo pediría.
¿Qué le está pasando?
Quizás es sólo la edad. Demasiados años, mucho trabajo, poco cariño, insatisfacción, cansancio…
Un cóctel explosivo.
Camino del olvido
La maldición de encontrarte
El lamento de pensarte
La mala suerte de no soñarte